Cada día 28 de Febrero los andaluces celebramos el día de nuestra Comunidad autónoma. Generalmente se celebra el puente del día de Andalucía, por lo que para los andaluces el primer día laborable de esta semana es hoy miércoles.
No tengo gran sentimiento autonomista y, por supuesto, para nada nacionalista. Sí, soy andaluz, he nacido aquí y aquí he vivido casi toda mi vida. De todas formas, mi opinión sobre la autonomía no ha sido afectada por el hecho de que hoy, día festivo, haya tenido que madrugar para tocar en un parque desde las 10 de la mañana, con un frío espantoso y un muy desagradable viento, ante prácticamente nadie, salvo la gente que estaba montando el chiringuito para celebrar el 28F.
No le veo mucho sentido a las autonomías. Con ellas se han creado 17 burguesías burócratas locales, con todos los gastos que ello conlleva. Otra cosa es que haya mucha gente que viva de eso, y es que el timo este de las autonomías da mucho trabajo a familiares y amigos de las clases regionales dirigentes de todos los partidos. Todo el dinero que se gasta en mantener a 17 gobiernos con sus 17 respectivos parlamentos autonómicos se podría invertir en otra cosa, o mejor, dejarlo en el bolsillo de los ciudadanos. Yo no quiero tantos políticos. Y más aún si uno intenta ver la calidad de estas clases políticas, de la que hoy no vamos a hablar. Si en las Cortes Generales se encuentra uno lo que se encuentra, imaginen los Parlamentos regionales. Mejor no pensarlo.
Uno percibe que las autonomías valen para exaltar las diferencias. Están montadas sobre la farsa de que, a más autogobierno, más desarrollo y mejor para los ciudadanos. ¿Por qué? ¿Qué nos ha traído este sistema autonómico? Que alguien me explique esa frase axiomática.
Lo primero, gasto, ya lo he comentado, y mucho.
Lo segundo, problemas: ahí están los nacionalismos, que, como supuestamente venden, se intentan crear y fomentar allá donde se puede. Exaltación de lo supuestamente propio y ataque al vecino. Unos tienen unos derechos que no tienen otros.
Tercero, más problemas: toda Comunidad autónoma gobernada por un partido distinto al del Gobierno Central es susceptible de ser usada en la lucha política correspondiente. Lo fue Galicia hasta 1996, Andalucía hasta el 2004 y ahora, Madrid. Y todos los partidos actúan de la misma manera.
Cuarto, más problemas: no se puede estudiar lo mismo en toda España, se imponen problemas con las lenguas regionales, un andaluz no puede opositar en Galicia pero al revés, sí.
Cinco, más problemas: diferencias en los temas de financiación, policías autonómicas, sistemas de salud (hay casos en los que una autonomía se ha negado a atender a un paciente porque procedía de otra región).
Y por último, más gasto. Si hasta la liberal Esperanza Aguirre mantiene Telemadrid…
¿No hay un Parlamento nacional donde hay diputados de todas las provincias? ¿Qué están dominados por partidos y entonces siempre se beneficiarían a las mismas regiones? Pues listas abiertas o desbloqueadas, que nuestros políticos se lo curren y nos convenzan. ¿Significa esto un estado central? Ni mucho menos, se puede tener una administración única descentralizada, como por ejemplo en Portugal. De esta manera nos ahorraríamos un número bastante considerable de funcionarios. Y funcionaríamos mucho mejor. ¿Qué esto impide la cercanía al ciudadano? Falso, para eso están los ayuntamientos. No creo que hagan falta más gobiernos: uno igual para todos, el nacional, descentralizado, de acuerdo; y otro muy próximo al ciudadano, el local. Y así, todos iguales. Y cuando más pequeños sean y menos se metan en la vida de los ciudadanos, mejor.
Las autonomías crean problemas que no interesan a la amplia mayoría de los ciudadanos como, por ejemplo, el actual tema de los Estatutos. Lo que la gente normal quiere es poder vivir tranquila, tener un trabajo, en fin, cosas normales, el día a día. Díganme ustedes las supuestas ventajas de tanta autonomía, que alguna habrá, pero me cuesta verla…
3 comentarios:
Interesante, como se gasta la plata del servicio público. No sólo pasa en España...
Ah, saludos :)
Lo que en principio debía haber sido el instrumento para una mejor gestión de las potencialidades de las distintas regiones, se ha convertido, en gran medida, en una perversa herramienta de las élites políticas provincianas.
Analizando las noticias sobre los conflictos soberanistas catalán y vasco, la sospecha que surge es si un sentimiento más o menos diferenciador de los ciudadanos de esos territorios ha sido potenciado interesadamente por la oligarquía política local para alcanzar mayores cotas de poder y control sobre las respectivas sociedades.
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