jueves, 29 de diciembre de 2005

El derecho a unas vacaciones dignas


No salgo de mi asombro al leer que el Ayuntamiento de la localidad donde resido, al menos por el momento, acaba de comprar unos terrenos en primera línea de playa en Chipiona, provincia de Cádiz, con el objetivo de construir un apartahotel "de dos estrellas y cuarenta habitaciones dobles, [que] pretende cubrir la demanda de los vecinos que no pueden costearse unas vacaciones en la playa a los precios actuales de mercado." (sic)

No tengo enlace directo pero la noticia es la 493 dentro de la sección actualidad. De todas formas está en la pg 7 de esta revista municipal. El terrenito tiene 1.120 metros cuadrados y por ahora el gasto de adquisición asciende a 1.2 millones de €. ¡Toma ya! Uno, en su inocencia, cree que los Ayuntamientos están para ocuparse del alumbrado público, de los transportes, de la ordenación del territorio, de la basura etc. Y para todo es pago mis impuestos. Igualmente, entiendo que haya una parte del presupuesto, más o menos importante, para que se ayude a las personas necesitadas, faltaría más. Pero un apartamentito en primera línea de playa no es un bien de primera necesidad y nadie me ha pedido permiso para que el ayuntamiento lo compre en mi nombre. Porque la diferencia entre lo que paguen, o no, los que lo disfruten y esos "precios actuales de mercado" la voy a pagar yo. Y no sólo ahora con la compra y construcción del edificio, sino con el posterior mantenimiento.

He de decir que mi localidad más o menos funciona bien, pero creo que esto es pasarse. Tiene un nombre muy sencillo: compra de voluntades. Con la política de estómagos agradecidos mantienen los socialistas su poder electoral en la Andalucía rural. Y es lógico, si alguien se dedicara a robar el dinero a los demás y dármelo a mí, yo también les votaría. Solidaridad con los necesitados, toda, pero entre el PER y esto... aquí diríamos que esto es un mamoneo. Y no hay nada que hacer.

Tengo delante de mí los recibos de los impuestos municipales que he pagado este año. Ni que decir tiene que mi indignación actual es suprema.

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